Tomás de la Guarda: Gracias por salvarme la vida
Así de categórico y agradecido dice estar este paciente de 57 años, que estuvo casi un mes conectado a ventilación mecánica invasiva en la UCI de Clínica Biobío por COVID-19. Aunque perdió su capacidad para comer, hablar y caminar; además de 20 kilos mientras permaneció intubado, hoy está recuperado y se siente todo un ganador.
De profesión ingeniero pero deportista de corazón, Tomás de la Guarda superó hace poco uno de sus desafíos más difíciles: ganarle al coronavirus. Fue campeón de salto largo, practicó artes marciales y corrió maratones, actividades que probablemente lo ayudaron a dar esta batalla de mejor manera. Sin embargo, se emociona cuando habla de su estadía en la UCI, porque recuerda que fueron días duros en los que sintió a la muerte muy cerca.
Pero como buen atleta, nunca dejó de luchar. “Yo quería vivir y sabía que con fuerza iba a salir adelante”, cuenta Tomás, quien mientras estuvo en reposo hizo tantos ejercicios como su cuerpo y entorno le permitían. No podía levantarse de la cama, pero cuando no estaba sedado, movía las piernas y brazos para prevenir la atrofia de sus músculos y articulaciones.
Está casado hace 33 años, tiene una hija kinesióloga y un hijo sacando su especialidad médica. Por el trabajo de este último, el coronavirus llegó a su casa. A pesar de haber tomado todas las precauciones y de aislarse en una residencia sanitaria, todos se contagiaron. Pero Tomás fue el único que se complicó.
“Llegó con síntomas generales de COVID-19 como cefalea, fiebre y una insuficiencia respiratoria que se pudo manejar inicialmente en pieza, pero como su sintomatología respiratoria siguió progresando, requirió ingreso a la UCI para soporte con ventilación mecánica”, explica el Dr. Juan Hermosilla, jefe del Servicio de Urgencia de Clínica Biobío.
Una vez en la UCI y conectado al ventilador para poder respirar, el paciente desarrolló un neumotórax, una filtración de aire en la cavidad torácica que hace presión en el pulmón y lo comprime, colapsando la respiración. Por esta razón, rápidamente se le instaló un drenaje que ayudó a expandir el pulmón y a estabilizar su condición.
Después de este episodio no tiene mayores recuerdos, excepto por las veces que despertaba o lo cambiaban de posición. Cuando los pacientes con COVID-19 están muy graves, prueban poniéndolos boca abajo para mejorar su oxigenación. Con Tomás fueron alternando posiciones hasta que logró estabilizarse.
Después de 20 días intubado, su musculatura respiratoria estaba muy debilitada, por lo que el equipo médico de la UCI decidió realizarle una traqueostomía percutánea que permitió retirarle el ventilador de forma paulatina. Este procedimiento consiste en hacer una mínima incisión en el cuello, por donde se accede a la tráquea a través de un pequeño tubo que la comunica con el exterior. De esta forma, los pacientes pueden recuperar su capacidad para respirar, al mismo tiempo que los van desconectando de la máquina.
Cuando por fin lo extubaron y le sacaron la traqueostomía, Tomás pudo hablar con su familia a través de una videollamada y salió de la UCI. Trasladado a su habitación, pudo continuar con su rehabilitación kinésica y fonoaudiológica, para ser dado de alta a los pocos días.
“Cuando me empecé a sentir mal yo quería que me llevaran a Clínica Biobío porque tenía buenas referencias de ella. Mis hijos conocían a los doctores y sabían que eran de excelencia. Y creo que no me equivoqué. Fue el mejor lugar que podría haber elegido. Porque ahí me salvaron la vida”, dice Tomás.
Por su formación y trabajo como ingeniero, dice que le cuesta dejar que los otros hagan las cosas por él, pero que esta vez tuvo que entregarse y confiar en que estaban haciendo lo mejor.
“Como familia estamos eternamente agradecidos con los médicos, enfermeras, kinesiólogos, TENS, auxiliares. Todo lo hicieron con respeto y cariño. Solo quisiera darles las gracias por salvarme la vida y por tratarme tan bien”, finaliza.
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